jueves, 28 de marzo de 2013

EL CRUCE DE LOS ANDES A LOMO DE MULAS PARA RECORDAR HAZAÑA INDEPENDENTISTA


Por Guadalupe Carril


Cuesta del Espinacito. Foto: Virginia Rodríguez.

 La cordillera de los Andes es la cadena montañosa más importante de
América del Sur. Don José de San Martín, hace casi 200 años, transitó ese extenso territorio andino para luchar contra la corona española y así liberar a Chile, Argentina y Perú. En la actualidad el Gobierno de la Provincia de San Juan conmemora la hazaña cruzando la montaña a lomo de mula.

Cuando el Virreinato del Río de la Plata dominaba las tierras más australes de América, un hombre formado en la propia
España se levantó contra la monarquía y luchó por la autonomía americana.

El 12 de febrero de 1817 más de 5000 personas llegaron a Chile cruzando la cordillera de los Andes bajo el mando del General San Martín. Conformados por 3700 soldados, 1300 milicianos, 10600 mulas y 1200 caballos, transitaron durante días eternos los fríos, los golpes y las enormes distancias que significó atravesar la gran cadena montañosa para lograr la libertad de los pueblos hermanos.

Plasmados en seis columnas, divididas estratégicamente, la fila principal pasó por la provincia de San Juan, Los Patos, desorientando al enemigo. De esta manera, el ejército argentino junto con compatriotas chilenos, triunfó en la Batalla de Chacabuco y logró la libertad del país trasandino.

La experiencia del transitar el camino de El Libertador:

A casi 200 años de esa hazaña, el Gobierno de La Provincia de San Juan retoma la epopeya y realiza la travesía cruzando la cordillera por el límite fronterizo de Los Patos. Frente a los bustos de San Martín y O´Higgins, un emocionante acto conmemorativo en medio del hito montañoso hace sonar los himnos argentino y chileno más cerca del cielo.

En 1817 el ejército de los Andes tuvo que comenzar el camino en mula desde el nivel del mar, la expedición actual accede desde Barriales hasta la Estancia de Los Manantiales en camiones. Al llegar a ese lugar las mulas aguardan a los pasajeros para comenzar el itinerario que las hará cabalgar durante 5 días.


 Después de 4 horas de galope, cruzando diferentes accidentes geográficos, los expedicionarios llegan al refugio Las Frías Trincheras de Soler, ubicado a 2500 metros sobre el nivel del mar. En aquel sitio se intenta pasar la primera noche, con una temperatura aproximada a menos diez grados de sensación térmica.

El segundo día de trayecto es mucho más largo, son cerca de 8 horas hasta llegar al refugio del Valle de Los Patos, Ingeniero Sardina. Ese camino tiene una de las mejores vistas de todo el cruce, colores increíbles que acompañan el reflejo del pico nevado más alto de América: El
Aconcagua saluda con sus 6959 metros sobre el nivel del mar, cuando de golpe, aparece en escena la peligrosa cuesta del Espinacito. Esa pendiente (conocida por el sacrifico que significa su paso) le hace frente al resto de los montes con su imponente altura de 4700 metros.

Después de un día de estadía en el refugio Sardina, llega el momento más esperado por todos los jinetes. De a poco, el sueño sanmartiniano se va cumpliendo y luego de 4 horas de cabalgata, el hito fronterizo con Chile aparece entre los cerros. El Paso Valle Hermoso aguarda a los visitantes, bajo la impronta libertadora de los bustos de San Martín y O´Higgins.


Como en una procesión, la caravana liderada por el gobernador de San Juan hace que los expedicionarios se coloquen alineados para cruzar el límite con el país hermano.

El frío y el viento impactan en los rostros secos y ásperos de cada uno de los transeúntes, el llanto y la emoción humectan las caras que esbozan amplias sonrisas al sentir el calor humano en el abrazo de un compañero que, también, canta eufórico el himno de su país.

Pero la travesía no termina en el acto, el camino continúa y todavía queda atravesar el Portezuelo de la Honda. Ese quiebre se encuentra a 4.500 metros de altura, allí las montañas quedan por debajo y solo el cielo ampara a los pocos habitantes que llegan a ese recóndito sitio.


Combatiendo los fuertísimos vientos, que superan los 30 km por hora, la osadía se multiplica al visualizar la peligrosa pendiente que debe ser atravesada con la amplitud climática que reside en ese lugar.

De a poco llega el final de la hazaña, la emoción se pone a flor de piel y el cuerpo tirita lleno de sensaciones al abandonar la montaña. Porque cuando uno recorre el mismo camino que el General San Martin transitó hace 200 años, llorar parece poco. El cuerpo se sensibiliza al extremo y lleva tatuada la energía libertadora que peregrina desde el corazón hasta la cabeza, marcando la importancia de autonomía de los pueblos pobres y oprimidos.

La enseñanza de los grandes que dejaron la vida en nuestra tierra americana es imposible de honrar con unas líneas, con un cruce cordillerano o cantando un himno en medio de la nada. Aunque, si, cuando se entona la canción patria en la montaña uno se siente más cerca del cielo, se siente más cerca de aquellos que, de vez en cuando, bajan a la tierra para fortalecer el espíritu de los que deseamos sociedades más justas.


Llegando a Las Frías. Foto: Guadalupe Carril.




Refugio Sardinas. Foto: Guadalupe Carril.




Subida la Honda. Foto: Virginia Rodríguez.



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