Llegar hoy a Playa Girón es un privilegio, porque este lugar está marcado para la historia de los cubanos por el dolor del asesinato a cientos de campesinos, mujeres, niños y soldados de nuestra Patria, tras el derrotado intento de mercenarios financiados por los Estados Unidos de invadir estas costas en abril de 1961.
Uno toma esa carretera desde el central Australia que conduce a la costa sur y se siente aun el dolor, por las múltiples tumbas y monumentos a los caídos en combate.
Pero tal como la primavera, uno descubre que la vida es más fértil allí donde la sangre de nuestros hermanos cayó por la Patria, porque la naturaleza y la Revolución retoñan a diario en una sola dirección: la vida, la lucha por salvar la especie humana, proteger el medio ambiente, hacer nuestras existencias más sanas, alejadas de la metralla y el fuego asesino.
Evidencia de esto es un criadero de cocodrilos donde el amor y la inteligencia joven hacen milagros para procrear la especie, el Centro de Investigaciones Científicas donde es cuidado el manjuarí, especie en peligro de extinción.
Escuelas, hospitales, médicos de familia, instituciones culturales y recreativas hacen del cenaguero un ser que pude ver el agua regresar a la tierra, porque la Revolución ha dejado allí en los lugares más inhóspitos como Santo Tomás a sus pobladores.
El azul de sus playas, los cocoteros, los patos, la salina con cientos de aves endémicas y de otras latitudes permiten pasar horas mirando costumbres y comportamientos de estas especies.
Es un deleite pasar un tiempo en estos lugares que fueron antiguos pantanos de hambre y miseria, de dolor, muerte y desesperación, pero que hoy la vida renace, y tiene historias que contar, no las de la muerte, sí las de la lucha por la vida y no solo de las personas que hace tiempo tienen cero de mortalidad infantil al nacer, sino las de una iguana, un tocororo, miles de animales que hoy encuentran refugio en este lugar.(Cubadebate)
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